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domingo, 25 de julio de 2010

EVA DUARTE DE PERON 1952-2010


EL LEGADO

La “acción para los demás” tuvo un nombre: Fundación Eva Perón. A ella dedicó sus máximos esfuerzos.

La obra social que Evita comenzaría en 1946 adquirió cada vez mayor extensión y envergadura. La llamada entonces Cruzada de Ayuda Social concretaba su tarea en barrios de viviendas económicas, inauguración de hogares de tránsito, de comedores escolares, donación de instrumental a hospitales, mediación para la concreción de obras fundamentales de salubridad y saneamiento en barriadas humildes, entrega de artículos de primera necesidad a familias necesitadas, distribución de juguetes a niños humildes, sobre todo para las fiestas de navidad y reyes, provisión de trabajo a desocupados.

Los fondos y las especies provenían de donaciones, fundamentalmente de los sindicatos. Asimismo, la Ayuda Social disponía de los fondos de la cuenta Ministerio de Hacienda – Obras de Ayuda Social, destinados a la adquisición de ropas, calzado, artículos alimenticios y otros similares, farmacia y droguería, excluidos los sueldos y jornales.

La particular posición de Evita en la estructura de poder (el poder desde afuera) permite el acceso al lugar de la toma de decisiones para el emprendimiento de las obras o la provisión laboral, permite el accionar desburocratizado.

Hacia fines de 1947 ya era evidente que esta acción social requería una estructura orgánica.

La Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón se constituye el 19 de junio de 1948 y obtiene su personería jurídica el 8 de julio del mismo año. A partir del 25 de septiembre de 1950 pasó a llamarse “Fundación Eva Perón”.

En el discurso que Evita pronunciara el 5 de diciembre de 1949 en el Primer Congreso Americano de Medicina del Trabajo explicó que la Fundación fue creada “para cubrir lagunas en la organización nacional porque en todo el país donde se realiza una obra siempre hay algunas que cubrir y para ello se debe estar pronto para realizar una ación rápida directa y eficaz”.

Subyacía en ella la idea de transformación del tradicional concepto de beneficiencia, y su redimencionamiento dentro del programa de justicia social del Peronismo.

Las mayores “lagunas”se producián en la asistencia a los ancianos, los niños y las mujeres.

El 28 de agosto de 1948 Evita da lectura en el Ministerio de Trabajo a la declaración de los Derechos de la Ancianidad, que pone en manos del Presidente, solicitando que sea incorporada a la legislación y a la práctica institucional de la Nación fue incluida en la Constitución Nacional de 1949.

En los hechos, la Fundación construyó Hogares de Ancianos, el primero de los cuales fue inaugurado el 17 de octubre de 1948, en Burzaco. Similares se levantaron en el interior del país. Asimismo, obtuvo la sanción de una ley que otorgaba pensiones a los mayores de 60 años sin amparo.

La educación, el esparcimiento y la salud de los niños y los jóvenes fueron objeto de su preocupación. La Fundación concretó un plan de mil escuelas en el país, como así también escuelas agrícolas, escuelas talleres, jardines de infantes y maternales. La ciudad infantil Amada Allen y la Ciudad Estudiantil, forman parte del plan de acción educacional, destinada la primera a niños de de dos a siete años, huérfanos o que no podian ser atendidos por sus padres, y la segunda a residencia de estudiantes del interior del país, sin familia en Buenos Aires.

En febrero de 1950 se pone en marcha el plan de turismo infantil, que hará conocer a los niños paisajes del país ignorados por ellos hasta entonces. Las colonias de vacaciones completarían el espectro.

Los campeonatos infantiles y juveniles, que comenzaron siendo de futbol y terminaron incluyendo muchos otros deportes, patrocinados por la fundación desde 1948, fueron la ocación para la revisación médica de más de 300.000 niños.

El hospital de Lactantes y de Epidemología infantil, la clínica de Recuperación Infantil de Terma de Reyas, son entre otras concreciones de la Fundación en el ámbito de la salud infantil. El hospital Nacional de Pediatría, cuya construcción se hallaba avanzada en 1955, permanecería por años incluso.

La obra de Evita dedicada a lo niños estuvo inspirada en la convicción de que “el país que olvida a sus niños renuncia a su porvenir”.

La problemática del alojamiento transitorio de las mujeres fue encarada mediante la construcción y mantenimiento de tres hogares de tránsito en Capital Federal, que hallaron su réplica en el interior.

El hogar de la empleada General San Martín apuntaba a resolver el problema de las mujeres sin hijos que sufrían el problema del alojamiento definitivo. El hogar contaba con un comedor, a donde Evita solía ir a cenar al concluir su jornada. En ese ámbito se reunía un grupo de intelectuales, la “Peña Eva Perón”, que amenizaban las veladas con la lectura de las composiciones que le dedicaban.

En materia de salud, la Fundación construyó cuatro políclinicos en Buenos Aires: el de Ezeiza y los de Avellaneda, Lanús y San Martín, así como también otros en el interior del país. Amén de ello, la Fundación proveyó de modernos equipamientos a otras unidades hospitalarias.

El Tren Sanitario Eva Perón, dotado de la más moderna aparatología, cumplía con la tarea de relevamiento y protección de la salud de las poblaciones más alejadas de los centros vitales.

En septiembre de 1950 se inaugura la Escuela de Enfermeras, una de las obras más queridas de Evita, prestando sus egresadas servicio tanto en el país como en el exterior.

En matería habitacional, la fundación emprendió la construcción de viviendas para obreros, como el barrio Presidente Perón y la ciudad de Evita, proporcionando vivienda propia a 25.000 familias.

Todas las obras de la fundación fueron seguidas y supervizadas en su ejecución y funcionamiento por Evita. Era frecuente verla en sus recorridas acompañada por personalidades extranjeras de paso por nuestro país.

A la accíon desplegada, la Fundación sumaba su solidaridad con los países extranjeros en situaciones de catástrofe o necesidad: Ecuador, España, Italia, Israel, Francia, Japón, Perú y Bolivia, entre otros, dan testimonio de ello.

Los orígenes de los fondos que manejó la Fundación para las obras han sido en Argentina objeto de polémica. Si la memoria de la misma de 1953 explicita la procedencia de los mismos (donaciones en efectivo provenientes mayoritariamente de los sindicatos, pero también de particulares y empresas, convenios colectivos de trabajo, impuestos, alquileres, adjudicación de recursos por vía del poder Legislativo, etc), no podemos omitir mencionar la circulación de versiones según las cuales los fondos provenían de donaciones forzosas, sindo la resistencia a ellas motivo de persecuciones. Se citaba, por ejemplo, el caso de la fábrica de caramelos “Mu – Mu”.

La historidora Marysa Navarro, en su biografía “Evita”apunta: “Pero si las contribuciones espontáneas hubieran existido en gran escala y de manera sistemática los pejudicados podrían haberlas denunciado después de septimbre de 1955. Si no deseaban hacerlas de ese modo seguramente podrían haberlo hecho durante ante la comisión encargada de investigar la administración de la Fundación y ésta habría aceptado las denuncias presumiblemente con agrado. Es de creer que no las hubo en cantidades apreciables pues de ser así el informe de la comisión las había enumerado y no lo hace. (22)

Al morir Evita, la Fundación continuó su labor, pero ya no tuvo la misma fuerza ni operatividad. Perón ocupó su lugar, pero dos circunstancias confluían: ni Perón era Evita, ni la situación económica del país era la misma que en su tiempo.

A medida que Evita crecía en popularidad y poder, crecían también las críticas desde la oposición y también entre algunos sectores peronistas. Atacaban por distintos ángulos: actividades impropias de una primera dama, pura expresión del resentimiento, peligrosa influencia sobre Perón, ansias desmedidas de poder.

En el fondo, y quizás no tan en el fondo, no era sólo lo que hacía, cómo lo hacía o por qué lo hacia una mujer. Como dice J.M. Taylor, “Eva nos enfrenta con el poder de que es depositaria una mujer en una sociedad tradicionalmente machista con la carga que presupone de desvalorización de las potencionalidades de una mujer respecto de un hombre”.(23)

Los años de apogeo de este poder rondarán el 50 y el 51. Son también los años que la enfrentarán a la enfermedad y a su última elección: ¿Ser vicepresidenta de la Nación? El 22 de agosto, en multitudinaria concentración en la avenida 9 de julio, se reitera la adhesión y el pedido de aceptación: es el Cabildo Abierto del Justicialismo.

Evita se dirige a la multitud, pero elude en su discurso la respuesta. Al reclamársela, se inicia un diálogo cuyo fervor e intesidad es dificil poner en palabras. Evita reclama tiempo para tomar la decisión.
_ “Al menos cuatro días”.
_ “!No! ¡ Ahora!”
_ “No renuncio a mi puesto, renuncio a los honores...”
_ “! Ahora!”
_ “Yo no quiero que mañana un trabajador de mi patria se quede sin argumentos cuando los resentidos, los mediocres, que no comprendieron ni me comprenden, creyendo que todo lo que hago es por intereses mezquinos...”
_ “ ¡Ahora!”
_ “Un día...”
_ “ ¡No!”
_ “Dos horas...”
_ “ ¡No!”

Evita dejó el micrófono. Las antorchas se encendieron para alumbrar a una muchedumbre dispuesta a pasar allí la noche en vela, esperando la respuesta. Eva tomó el micrófono.
_ “ ¡Compañeros!: Como dijo el General Perón yo haré lo que diga el pueblo”.

El acto había terminado... Creyendo que había aceptado...

El 31 de agosto, por la cadena nacional de radiodifusión, Evita anunciaba “Su decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo” quisieron honrarla.

La trama detrás de la historia, que subyace al renunciamiento, está aún por escribirse. Las Fuerzas Armadas, la enfermedad, la C.G.T, el pueblo, Evita...,los hilos que la entretejieron.

La fórmula Perón–Quijano ganó las elcciones del mes de noviembre. Eva había votado en su lecho de enferma del policlínico de avellaneda por primera y única vez.

Acompañó a Perón en los actos de asunción del nuevo período. Fue su última aparición en público.

En los miles de hombres y mujeres que a su muerte la velaron, estaba presente la obra que transitamos en estas páginas. Con solo 33 años, Evita había dado una razón a su vida y había dejado para otros, como ella misma dijera al inaugurar un policlínico y mirar la inscripción en el frontispicio, la tarea más fácil: bajar los letreros.

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