Por Ramón Landajo
Un Hombre de Perón
Una de las primeras medidas que tomó el Coronel Perón al asumir la Dirección Nacional de Trabajo, en el año 1943, fue convocar a quienes ocupaban cargos en dicha Dirección para conocer como funcionaba lo que era una desordenada dependencia del gobierno. Uno de los primeros en ser consultados fue el estadígrafo y economista José Figuerola, inmigrante llegado de España donde había tenido gran participación en la creación del Ministerio de Trabajo durante la gestión de Antonio Primo de Rivera.
“No se puede gobernar un país, le dijo Perón, si no conocemos cuales son nuestros recursos, como lo podemos utilizar, como ordenarlos, darles prioridades y, conocer en profundidad la realidad de quienes, son el sostén principal, que son los trabajadores”.
Ordenó entonces, el Coronel Perón, se realizara amplio estudio de la realidad, y si bien tenía informaciones nacidas en dependencias militares, además de disponer de estudios o proyectos que fueron fundamento de la Revolución del 4 de junio de 1943, sostenía que debía actualizarse el censo, para, en base al mismo, elaboraran un programa de gobierno fijando pautas de corto, mediano y largo plazo.
Acertada decisión que dio importancia a esa dirección que funcionó en la Secretaría de Trabajo y Previsión qué, en pocos días, puso en funcionamiento con la supervisión de Figuerola, Tilli, Mercante, Wilkinson, y los pocos empleados y funcionarios que hasta poco antes, como suele suceder en la administración pública, eran supernumerarios.
El Gobierno Constitucional presidido por el General Perón, no fue improvisación, como otros que lo han sucedido. Desde su mismo momento de gestación, se trabajó intensamente con profesionales de todas las disciplinas, que en poco tiempo, pero con proyección futura, desarrollaron y establecieron el Primer Plan Quinquenal de Gobierno, algo inédito en nuestro país. Nada estaba librado a la improvisación, ni al capricho del funcionario de turno, sino que todo estaba regido en las realizaciones, en sus tiempos y administrado bien los recursos disponibles.
No es necesario hablar, porque las obras realizadas, los logros alcanzados durante el primero y segundo gobierno peronista, son muestra de lo que ha sido la pujanza argentina qué, pese al abandono impuesto por el odio, aún se observan a lo ancho y largo de nuestro territorio, y son admiración del mundo.
Finalizando el primer plan quinquenal, manteniendo una actualización del censo, que iba marcando aquello que es prioridad para el país, se trabajaba y se puso en práctica la segunda etapa dando a conocer el Segundo Plan Quinquenal de gobierno, que fue paralizado por el accionar avieso de intereses infiltrados dentro de las estructuras del Estado, por quienes lejos de sentir el orgullo argentino, eran obsecuentes y serviles al poder extranjero.
Cincuenta y cuatro años han transcurrido desde el derrocamiento de nuestro Gobierno. Décadas donde las malas administraciones, con políticos insolventes en todo sentido, llegados al poder mediante el engaño, la mentira, la burla, pero movidos por mezquinas ambiciones personales. Un pueblo que creyó en esos personajes producto de las componendas y publicidad, fue defraudado. Los logros logrados anteriormente, fueron desapareciendo dentro de un mundo que a velocidades insospechabas avanza ante el quedantismo, la indolencia e indiferencia de nuestro pueblo.
Generaciones perdidas por la pérdida y parálisis de sentimiento nacional, generados por tontos enfrentamientos de sectores, suponiendo que hay milagros que permiten hacer grande a los países y felices a los pueblos, cuando, como sostenía el General Perón, cada uno debe aportar lo mínimo de cuanto consume, para mantener una estructura fuerte, sólida que sea basamento del crecimiento general que nos reinstale como Nación no dependiente.
Más de medio siglo perdido. Demorada nuestra historia, por la mezquindad de la gente. Incapaces y ambiciosos. Políticos que han hecho de la delincuencia que se han instalado en el gobierno, en el Congreso, en las Instituciones y en organizaciones su profesión, constituyendo las mafias mediante el engaño y la simulación. Autoridades y funcionarios qué, salvo honrosas excepciones, merecen consideración y respeto de la ciudadanía. Una Argentina postrada, que ahora está despertando de un largo letargo, que reacciona por necesidad, por desesperación, aguardando soluciones que podrán dar debido a la inquietud de unos pocos, que llegan con la palabra, con el ejemplo, que finalmente son respuestas a tantas esperanzas.
Muchas veces pude conversar con mi General, en las horas de abandono, casi de olvido en el destierro compartido. Aceptemos, me decía, que somos responsables de muchos errores. Que si nuestros enemigos o adversarios hubieran superado, hoy nadie estaría pensando el anhelando retorno del Peronismo para que sea gobierno. Y esto, lo debemos decir, aclarar, mostrar, y hacer una profunda autocrítica que nos muestre que no desconocemos lo mal actuado, y que estamos en la hora de reivindicarnos. Duele el fracaso, pero la autocrítica, aceptando errores, sin dejar de ver los aciertos, nos lleva a comprender, que tenemos que recuperar la confianza del pueblo mediante la unidad, trabajando, actualizando proyectos y devolver a las mayorías aquello que fue razón y vida de la Nación: Paz, trabajo, respeto, seguridad y felicidad, pero sobre todo, dignidad al hombre.
DE FRACASO EN FRACASO.
Lo primero que quiero aclarar, así me lo impuso el General Perón en nuestro último encuentro el 8 de mayo de 1974, que fue el pueblo peronista quien le dio la fuerza regresar. No fueron los dirigentes que se dicen hacedores del retorno, porque ellos temían la vuelta del Líder, dado que se quedaban sin negocios personales o de grupo, y no podían especular con aquella simulada lealtad
Los dirigentes movilizaron a hombres y mujeres durante los ciclos de la Resistencia Peronista. Unos, lo hicieron por sentir nuestra Revolución, por saber que era reclamo de la Patria y daba seguridad, trabajo, dignidad a la familia argentina.
Eran dirigentes surgidos de las bases, respetados por su capacidad, coraje y honestidad. Dirigentes que no compraban etiqueta, ni fabulaban prestigios. Los fortines peronistas de la Resistencia fueron los hogares humildes de trabajadores, que expusieron todo, aun sabiendo que en esa fervorosa lucha, jugaban sus vidas, exponiendo la de su entorno familiar.
No eran compañeras o compañeros que pusieron precio a la lealtad a la causa y a su Líder. No comerciaban con Perón, ni con la ideología. ¡Cuántos han sido esos corajudos compañeros de trinchera, que nos entremezclábamos en todo lugar, defendiendo con pasión verdadera el ideal de patria y pueblo!
Cuando se produce el retorno de nuestro General Perón, tuvo que aceptar condiciones para poder regresar, volver a tomar contacto directo con su pueblo, era el mayor anhelo que era desgarrante dolor durante el destierro. Quería estar en su tierra, esta Argentina donde quería descansar cuando le llegara la hora de lo que definía como “el descanso del guerrero”.
Aquella mañana del 8 de mayo de 1974, en presencia del general Morello, me dijo:”Hijo, me llevaré el sabor amargo de tener que aceptar que no se ha concretado, pese a tantos sacrificios, el éxito de nuestra Revolución”.
“No sé, presiento, que ya no hemos de volver a ver, dado que la misión que le encomiendo le llevará más de mes y medio por lo menos. Mis fuerzas flaquean. Sólo puedo dedicarme a esta ímproba responsabilidad de gobierno que me han impuesto, no más de cinco minutos. Gobernar exige permanente acción, y no hay descanso posible. Siento el peso de los años, y no ignoro mis enfermedades. Las mismas se agravan por los disgustos que provocan, muchos intencionadamente, y eso acorta la vida”.
“Usted, que me ha acompañado toda la vida, le pido que no abandone esta lucha. Si regresa en tiempo, ocupará el lugar que corresponde a mi lado, igual que Gilaberte, que fueron los únicos que estuvieron a mi lado en las horas más duras y difíciles. Conocen todos mis sueños y proyectos. Compartieron mis angustias, privaciones y padecieron igual que yo, el desprecio, los ataques sibilinos, las traiciones, las difamaciones. Pero, si Dios no quiere que nos volvamos a reencontrar, no deje de luchar por esta causa que es nuestra, tan suya como la que enciende mi corazón, porque bien conoce cuanto hemos hecho, pese a las adversidades que se le han de presentar. Nadie le perdonará la lealtad, salvo los que como usted, han sido y son leales”.
“No deje que apaguen las brasas que están encendidas en millones de compañeras y compañeros. No permita que nos arrebaten lo que es del Pueblo, porque es el pueblo el único heredero. Cumpla lo que le pido, Land ajo. Sé que lo hará. Será el hombre, el Conductor que se necesita, para que vuelva a encender la hoguera que iluminará la noche, para anticipar el amanecer de la Argentina que hemos soñado, con sus mayores, con sus compañeros, con sus hijos o nietos. Recuerde que una chispa, y el día que sea necesario, espero lo haga, puede provocar un incendio.”
Perón no murió como muchos han pretendido y pretenden. Esos que usan su recuerdo, su figura, su doctrina. Lo mismo que usan a nuestros heroes y mártires que son los padres de tantos que hoy, no saben porque, pero son Peronistas de corazón y sentimiento.
Perón Vive. Evita Vive. Igual viven nuestros viejos queridos, que no supieron de dobleces y dejaron ejemplo de honestidad, trabajo y lealtad en la historia no sólo argentina, sino de los pueblos libres y soberanos.
Hemos tenido personajes siniestros, oscuros, carentes de toda honestidad. Es la delincuencia del ideal, como definía el General. Son hampones, saqueadores organizados del patrimonio de todos. Genuflexos y obsecuentes ante el enemigo que compra a los judas con monedas de cobre. Son ratas que se alimentan en el albañal. Se instalaron gracias a la confianza que les dieron dirigentes sindicales peronistas, que los recomendaron a los compañeros, confiando en la idoneidad profesional, no siempre clara y limpia, escondiendo sus mezquindades y ambiciones.
Perón ofrendó su vida, al igual que Evita, por la Patria y por el Pueblo. Por todos nosotros. Por sus trabajadores, sus descamisados, sus humildes, sus ancianos, sus niños, los desposeídos. Perón nos enseñó el camino, y nos desviamos. Nos marcó lo que debíamos hacer, nos dejó la doctrina que debe ser cuanto nos inspire en todos los actos, que nacieron con cada uno de nosotros, inspirados por nuestros mayores, que aquellos mostraron su lealtad en horas cruciales de la patria, tal como fue el 17 de octubre de 1945.
¿Qué hemos tenido traidores? Desde la misma hora fundacional. Tantos que gordos o flacos, se fueron turnando dentro de la estructura sindical y politica peronista, para usar la confianza que el pueblo deposito en dirigentes, que al decir y señalar de Evita, se convirtieron en la peor oligarquía, que es la que esconden tras la imagen de compañeros dirigentes para transformase en escoria política.
Llegó la supuesta hora de la “democracia” con el palabrerío cautivante de Alfonsin, que decía se come, se vive, se educa…Pero no se vive, no hay seguridad, no hay vida, se sufre, no se cura, no se trabaja, y menos se educa. ¿Quiénes fueron o son los que comieron, quienes los que se curaron y quienes trabajaron?
Ha llegado la hora de la verdad. Queremos un Gobierno con honestidad y capacidad. Que tenga y proyecto y que sea el que actualizado permanentemente, acorde a la marcha del mundo, sirva para afirmar la grandeza de la Patria y asegurar la Felicidad y Bienestar del pueblo.
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